Virtudes, ninfas, brujasuna imagen de la mujer en la Francia del XVI. Las princesas francesas y su tratamiento en la literatura renacentista
- Catherine Desprès Caubrière Director
Defence university: Universidad de Valladolid
Fecha de defensa: 15 November 2013
- Lydia Vázquez Jiménez Chair
- Mercedes Vallejo Rodríguez Secretary
- María Socorro Asunción Esteban Recio Committee member
- Manuel Bruña Cuevas Committee member
- Loreto Casado Candelas Committee member
Type: Thesis
Abstract
Introducción En este trabajo hemos querido profundizar en el Renacimiento francés a través del papel reservado a las mujeres, estudiando su capacidad para ejercer el poder. Por ello nos hemos centrado en las que, por nacimiento o matrimonio, pueden verse destinadas a esa función : las princesas, a las que además los primeros años del siglo XVI tienden a convertir en un compendio de virtudes y un complemento perfecto para los ocupantes masculinos del trono. Desde los años 30 a los 50 del siglo XVI, asistimos, en efecto, al pleno esplendor del ideal renacentista en Francia: en 1532 el rey Francisco I inaugura su Collège des lecteurs royaux, una anti-universidad, podríamos decir, que el rey pretende liberada de la censura eclesiástica, donde se pueda aprender griego, y desde donde las luces del conocimiento contribuyan a la creación de un mundo nuevo y mejor, en el cual la razón, princesa de las virtudes, y la libertad, que la gente bien nacida y bien educada va a utilizar para el bien, contribuirán a la llegada de la paz universal. De este divino maná de la cultura, de este mundo lleno de libros impresos y de maravillosas bibliotecas, van a comenzar a participar las mujeres, que reciben, las más privilegiadas al menos, la educación de la que habían sido privadas anteriormente, que son reconocidas como las compañeras (y a veces como las sustitutas) de los hombres incluso en el ejercicio del poder, y que, a través de su belleza de origen celestial, incluso pueden ser guías en este mundo y en el camino hacia Dios, como la Beatriz de Dante y la Laura de Petrarca lo habían ejemplificado. Efectivamente, nunca hasta ese momento, y seguramente nunca después de él, por lo menos hasta llegar a nuestra época, tantas mujeres estuvieron a la cabeza de los diferentes estados del mundo occidental. Es cierto que la situación de Francia es peculiar, debido a la ley sálica, y que es sobre todo de las princesas de Francia y del tratamiento literario que reciben, de lo que vamos a hablar, pero es precisamente para poder entender y contextualizar mejor tanto esa relación entre mujeres y poder en la Francia del XVI, como el reflejo que de ella aparece en la literatura de la época, por lo que hemos querido realizar un recorrido por esa edad dorada para las "femmes de pouvoir" en la historia europea. Hemos pretendido interrelacionar datos históricos y referencias literarias. En efecto la metodología utilizada pretende ser abierta y transversal : pensamos que los textos escritos en una determinada época son las mejores referencias históricas a la vez que las ideas, las aspiraciones, los acontecimientos explican de manera muy esclarecedora la producción literaria de un momento. Todo ello lo hemos acompañado además de una iconografía comentada, que supone un tercer punto de vista siempre interesante, sobre todo en un momento en el que, al igual que los textos literarios se difunden gracias a la imprenta, la divulgación de imágenes se ve enormemente facilitada mediante las técnicas del grabado. Contenido de la investigación Hemos dividido nuestro trabajo en dos partes de distinta extensión. La primera, subtitulada « Mujer, virtud y poder en la Europa del XVI » pretende, ya desde este título, situar a las princesas de Francia, que son el objeto fundamental de nuestro estudio, en un doble contexto : el primero, más ideológico expresado a través de la literatura, sobre su capacidad para llegar al nivel de los hombres, y poder incluso gobernar y organizar una sociedad, ya sea a pequeña o a gran escala ; el segundo es el contexto europeo, imprescindible para entender mejor lo que ocurre en Francia. Ese primer contexto, tratado en el capítulo primero, con el título de "El sueño de un mundo mejor: tres reivindicaciones de la dignidad intelectual de la mujer en la literatura francesa del XVI: Rabelais, Margarita de Navarra, Louise Labé", nos ofrece tres puntos de vista de dos autores fundamentales de la primera generación del Renacimiento francés, Rabelais y Margarita de Navarra, y de una autora de la generación siguiente que reacciona frente al afán de esa generación por devolver a la mujer al ámbito de la belleza y del amor, Louise Labé. Los tres opinan acerca de la posibilidad de entendimiento entre hombres y mujeres y de la habilidad de la mujer para igualar y quién sabe si superar al hombre. El capítulo segundo, con el título de "Mujeres en el poder en la Europa renacentista: la monarquía adopta un rostro femenino", recorre la Europa de finales del siglo XV a finales del siglo XVI, desde los estados geográficamente más alejados de Francia pero aliados de esta, como Polonia o el Imperio Otomano, pasando por los reinos de similar importancia, como Castilla o Inglaterra, siguiendo por lo que hemos llamado estados fallidos como Bretaña, Navarra o los Estados Borgoñones, y desembocando en una Francia que tiene en la exclusión de las mujeres del trono una de sus leyes fundamentales. En todos estos lugares, por circunstancias sucesorias pero también por esta nueva reivindicación del papel de la mujer, hay numerosos casos, seguramente más que en ningún otro momento de la historia de este continente, de mujeres al frente de sus estados, ya sea como reinas por derecho propio o como regentes. Tenemos así en este capítulo segundo una verdadera galería de princesas que juegan un papel político fundamental. La segunda parte, subtitulada « De "la fleur belle"a "la diligente au mal": auge y caída de las princesas de Francia a lo largo del siglo XVI », vuelve a ofrecernos el mismo recorrido cronológico pero en este caso centrado en un nuevo punto de vista en el que completamos esa interrelación histórico-literaria-iconográfica con un análisis de los mitos y de los arquetipos que explican muchas veces de una manera profunda la evolución de las mentalidades y de las sociedades. En esta segunda parte hemos centrado nuestro trabajo en la identificación que se produce de las princesas de Francia, en primer lugar con las Virtudes, alegorías que cobran también una especial importancia en este momento, sobre todo la Caridad, símbolo de la armonía social que se intenta construir y que terminará derrumbándose con las guerras de religión, y la Castidad, virtud específicamente femenina que en muchos casos es la mejor garantía de independencia para ellas. En segundo lugar, la identificación de dichas princesas se produce con las diosas en un momento de intenso resurgimiento de la mitología clásica. Esa identificación con las diosas juega con la belleza como característica fundamental y conlleva un lado oscuro, del que carecían las virtudes, que terminará desembocando en la imagen negativa de la mujer reducida a bruja y que pasa de dadora de vida a señora de muerte. Uno de los principales hilos conductores de nuestra tesis es la figura grandiosa de Margarita de Navarra, que aparece en cada uno de los apartados del trabajo : es una de las voces literarias mencionadas, es una de las integrantes fundamentales de esa galería de damas, y es la princesa-virtud por excelencia. Un hilo conductor secundario es la figura de Catalina de Médicis, que es una imagen invertida de la anterior: educada desde adolescente en el entorno de su tía, autora fallida del Heptamerón, tal y como la propia Margarita menciona, Catalina es la mujer que más poder acumula en Francia en esta época, y es la que aparecerá como la imagen por excelencia de la reina malvada que devora a sus súbditos después de haber sido cantada por Ronsard como madre de los dioses. Hemos acompañado nuestro trabajo de anexos genealógicos que aclaran algunos de los aspectos tratados, y que insisten en los parentescos femeninos, y en como se desarrollan verdaderos linajes político-culturales centrados en las relaciones tía-sobrina, tanto en la corte francesa como en la corte hispano-borgoñona. Conclusión Mis conclusiones han intentado seguir ser también transversales, en este caso en lo cronológico, para ello he intentado ver, de forma breve, como evolucionó la situación de la mujer con respecto al poder en la Francia del Antiguo Régimen hasta el derrumbe de este, y enlazar así dos epocas que tienen muchos puntos en común, Renacimiento e Ilustración prerrevolucionaria. Con la conversión de Enrique IV al catolicismo, el afianzamiento de su poder, la promulgación del Edicto de Nantes en 1598 y la pacificación del país, la impresión al comenzar el siglo XVII es que despues del desastre de las guerras civiles, y de la conversión de la imagen de la reina Catalina en ogresa devoradora de sus hijos, todo vuelve al mismo orden, a la perfección del cuerpo social, con el amado rey a la cabeza, y el satisfecho pueblo abajo. En cuanto al papel de las princesas, en principio parece todo también similar, la segunda esposa del monarca, María de Médicis, cumple a la perfección con su papel de paridora, y se interesa también por mantener la dignidad de su rango, insistiendo hasta ser coronada y consagrada el 13 de mayo de 1610, e interesándose por estar al tanto de los acontecimientos políticos y de las decisiones del rey y sus ministros. Incluso el papel de hermana culta y brillante del rey está cubierto; después del intento por exaltar a la verdadera hermana del soberano, Catalina de Navarra , la rápida muerte de ésta, y la vuelta de Margarita de Valois a París en 1605, reconvertida oficialmente en la "très chère soeur" de su antiguo marido, van a encumbrar a la reina Margot a ese trono de la cultura. Hay un breve momento interesante, con una especie de monarca triple, Enrique IV acompañado por su nueva esposa como fértil continuadora de la dinastía, y su antigua esposa y reliquia de los Valois, como rostro de la inteligencia y el saber, que habían sido la mejor dote de las hermanas de los reyes. Sin embargo, despues del asesinato de Enrique IV en 1610, la regencia de su viuda va a suponer un verdadero canto del cisne de la grandeza femenina. De ideales pacifistas como muchas de sus antecesoras, culta y amante de las artes, María de Medicis intentará , como su pariente Catalina, ser regente perpetua, y acompañante en el trono de su hijo Luis XIII; sin embargo, la convivencia con el rey va a ser muy agitada, y las relaciones de éste con su madre oscilantes entre la sumisión y la hostilidad, hasta que consiga derribarla con el golpe de estado de 1617. Habrá todavía una última regencia femenina, la de Ana de Austria, entre 1643 y 1660, aunque cediendo el poder al cardenal Mazarino. Al morir este, la reina madre deja el Consejo de un rey que va a gobernar "par lui-même": nunca más una reina volverá al consejo, ninguna será ya coronada después de María de Médicis, reinas y princesas pierden todo atisbo de poder político en Francia, el trono será por fin exclusivamente masculino, y las últimas rebeldes y con apetencias de poder serán las princesas de la Fronde, herederas de las de la Santa Liga. Dentro de esa pérdida de poder político, y de descrédito creciente de las capacidades de la mujer para gobernar, que llevan a considerar que la verdadera modernidad es acabar con esos restos del poder femenino, podemos enmarcar el delirio que en vísperas de la revolución llenó de odio y oprobio la figura de la última reina del Ancien Régime, María Antonieta, a la que precisamente se compara a menudo en muchos panfletos con Catalina de Médicis, y con las otras reinas que surgen del pasado como símbolo del espanto que es dejar gobernar a las mujeres, que no representan más que los viejos vicios, frente al nuevo régimen virtuoso y masculino que se quiere establecer. La Revolución, finalmente, se olvida de la extensión de su ideal de fraternidad, e impide que éste llegue a las mujeres, eligiendo para ellas la vía de la represión, de la misma manera que el Renacimiento, al derrumbarse su ideal de caridad, había roto con la revalorización de la figura femenina, y con la idea de que las mujeres pueden representar la mejor parte y la más virtuosa del poder. Privadas de su apellido por el código napoleónico, concebidas como mera extensión del marido, reducidas a ese poder de reproducción del que hablaba el revolucionario Desmoulins, y a la farsa de la felicidad familiar diseñada por la pacata sociedad del XIX, las mujeres se despedirán una vez más de conseguir la igualdad con los hombres, y el sueño revolucionario y de fraternidad universal se desvanece con ello, al igual que se había desvanecido, como hemos visto en nuestro trabajo, el sueño del Thélème renacentista, anegado por la sangre de los conflictos religiosos, y dejado luego atrás como una antigualla por la moderna sociedad absolutista. Así pues, los momentos en los que se intenta construir un mundo mejor, más culto y luminoso, y en los que se promueve un ideal de "banquete universal", llamese caridad (el renacimiento) o fraternidad (la prerrevolución), van siempre unidos a la reivindicación de la dignidad femenina, que se deja de lado y retrocede en cuanto esos ideales comienzan a derrumbarse. Bibliografía Hemos utilizado en primer lugar los textos escritos por las princesas objeto de nuestro estudio, editados de forma independiente, o recogidos en antologías: ALBRET, Jeanne d', reine de Navarre, Lettres, suivies d'une Ample Déclaration, ed. de Bernard Berdou d'Aas, Biarritz, Atlantica, 2007. BEAUJEU, Anne de, Les enseignements d'Anne de France à sa fille Suzanne de Bourbon, Moulins, Desrosiers, 1878. NAVARRE, Marguerite de, Heptaméron, en Conteurs français du XVIe siècle, ed. de Pierre Jourda, Paris, Gallimard, 1956. VALOIS, Marguerite de, Mémoires, ed. de Yves Cazaux, Paris, Mercure de France, 1971-1986. 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