Una poética de la violenciaLa práctica discursiva en contextos de conflicto extremo en la literatura africana contemporánea (1980-2010)
- Tomás Cámara, Dulcinea
- Josefina Bueno Alonso Directora
Universidad de defensa: Universitat d'Alacant / Universidad de Alicante
Fecha de defensa: 08 de enero de 2015
- Ángeles Sirvent Ramos Presidenta
- José Luis Caramés Lage Secretario/a
- Maya García de Vinuesa de la Concha Vocal
Tipo: Tesis
Resumen
1. Antecedentes y estado actual del tema En el curso de nuestra tesis hemos demostrado que siempre que se escribe sobre la violencia extrema (en contextos de conflictividad política), se escribe contra dichos eventos límite, o al menos, actitud que no resulta menos transformadora, como método de acercamiento y de conocimiento (de análisis y finalmente, comprensión y explicación) de este fenómeno. Las esferas o instituciones que ejercen la violencia, por otra parte, y sobre todo desde el poder, no buscan comprender su efectividad más que en un sentido utilitarista, pragmático y mecánico, es decir que dichas instancias disponen de la violencia en tanto prácticas y discursos homotópicos de la inmediatez. Esta interpretación y puesta en marcha de la violencia extrema, apunta a la construcción de una imagen totalizante y hegemónica de la realidad para la obtención de objetivos que sirvan las causas o intereses de una élite (política, étnica, militar, económica: la mayoría de veces imbricadas unas con otras), y cuya transmisión y diseminación presupone la citada inmediatez, no en un sentido temporal sino más bien declamativo; a saber, la emisión de un mensaje de necesidad inmediata de ejercicio de la violencia que requiere ser leído como una catálisis inevitable o una iniciativa inminente, apelando sobre todo a la afectividad para su justificación. Aunque a primera vista parezca que la vocación violenta del poder no acoge intersticios de reflexión, cuestionamiento o racionalización, no podemos olvidar que la violencia es también un acto comunicativo, y por eso apelará a y lo dotará de, un carácter necesario (urgente) para el restablecimiento de un orden particular. La violencia extrema siempre se ejerce contra un Otro reificado, y de allí el reduccionismo intelectual y la sofisticación social y tecnológica con la que sus prácticas y discursos se planifican, se ejecutan, se justifican y se sostienen. Sin embargo, la Literatura de la Violencia pretende descomprimir ese carácter simplificador y de inevitabilidad del ejercicio de la violencia, para dotar al hecho extremo de sus matices correspondientes, y desplegarlos y explorarlos desde el entramado narrativo-textual, con el fin de reflexionar sobre y poner en evidencia, sus mecanismos, las causas y consecuencias de su consecución, y en último término, su fracaso como proyecto sostenible en el tejido social. A nuestro entender, la Literatura de la Violencia supone la narración del fracaso del ejercicio de la violencia, desde el momento en que la propuesta narrativa plantea desgranar la debilidad discursiva y la pobreza conceptual de las prácticas y los discursos de la misma. El amplísimo espectro de instrumentos narrativos (que en este caso actúan con una agencia específica: la agencia literaria, que defenderemos es un tipo de agencia con características propias y particulares) que se utilizan para esta puesta en evidencia, van desde la sátira hasta las memorias y el testimonio, desde tácticas de carnavalización hasta estrategias hiperrealistas, desde la heterotopía (Foucault, 1984) hasta la heteropatía (LaCapra, 2000). En este sentido, el contexto de enunciación afectará igualmente ese acercamiento a la violencia en la literatura, y las condiciones vitales del autor (censura, persecución, acoso, marginación, exilio, sanción, ostracismo, etc.) marcarán tanto el género como el estilo adoptado por éste. No parece casual que momentos de enormes tensiones sociales y políticas se correspondan con elecciones estilísticas tan evasivas como corrosivas, como son la parodia política o incluso el absurdo más desconcertante (cf. Sony Labou Tansi, Maximiliano Nkogo Esono, José Fernando Siale Djangany, Alain Mabanckou, Ken Saro-Wiwa, Christopher Okigbo, Emanuel Dongala, Zakes Mda, `Biyi Bandele-Thomas, Dambudzo Marechera, etc.). Reflexionar sobre el concepto de violencia es un gesto intelectualmente inabarcable. La ingente producción académica desde las Ciencias Sociales y las Humanidades sobre el concepto de violencia convierten este campo de análisis y teorización en uno de infinitas tipologizaciones y debates, y el tratamiento de sus fuentes y su casuística desde la ficción en un objetivo decididamente imposible. El estudio del fenómeno de la violencia extrema y su correspondiente campo fenomenológico (su definición, el origen, ejercicio y perpetuación de la violencia, su naturaleza y las formas adoptadas por ésta, su manipulación científica, tecnológica y política, su impacto en el discurso histórico y artístico, el abordaje teórico y metodológico, su percepción social y su vivencia individual, y finalmente, su tratamiento desde la narrativa, y su impacto en las prácticas sociales) es una tarea que hemos organizado atendiendo a un tipo específico de retrato de la violencia caracterizado por su locus de enunciación -el texto, con todo lo que ello implica a nivel epistemológico-, un espacio de expresión que por su complejidad, nos obliga a entrecruzar dos enfoques disciplinares: las Ciencias Sociales y las Humanidades como dos ramas de acercamiento al objeto y de producción científica, a nuestro entender, absolutamente inextricables en el estudio de la violencia extrema, incluso cuando ésta se incrusta en el entramado literario. 2. Objetivos de la investigación Nuestra tesis ha estudiado y analizado el efecto reactivo (las prácticas) que implica el acto creativo (discursos), introduciendo paradójicamente, un efecto práctico de no-ficción a partir de una práctica discursiva de ficción. Y es que los eventos límite muchas veces exceden la posibilidad de una mera transcripción -como sucede con la literatura testimonial, los diarios de prisión, las memorias de supervivientes, etc.- y deben ser reinterpretados a partir de filtros literarios para poder ser retransmitidos apropiadamente. Para ello nos valdremos, entre otros, del concepto ideado por Euguene L. Arva de «imaginación traumática», a saber, una conciencia empujada por la empatía que permite tanto a autores como a lectores lidiar con [act out] o asimilar, el trauma (2011: 5). El estudio y análisis de la violencia/trauma textual se llevó a cabo a partir de lo que se ha dado a conocer como «teoría literaria del trauma» (cf. Balaev, 2008), «literatura del sufrimiento» (cf. Norridge, 2013) o «literatura del dolor» (Sorel, 2013: 7) nacido como consecuencia hermenéutica cara al surgimiento de las memorias de supervivientes/testigos últimos del Holocausto, cuyos marcos de enunciación y estrategias de transmisión (o de intransmisibilidad) de la violencia extrema abordarán intelectuales como Theodor Adorno, George Steiner o Jean-François Lyotard. La intersección entre la (recuperación del control de la) Historia, la memoria traumática y la literatura, ha generado el concepto de «narrativas del trauma», es decir, aquella literatura que re-presenta, transmite, explora o reactualiza un acontecimiento traumático. Los Trauma Studies o la Trauma Theory por tanto, se constituyen como un área de investigación de signo culturalista (y en sus inicios psicologista/psicoanalítica: p. ej. Dori Laub, Shoshana Felman) que surge a principios de los años noventa, y que se aparta como perspectiva, de la crítica postestructuralista de los setenta y ochenta por su manifiesto proyecto transcultural y compromiso ético, de forma que a partir de este campo los «críticos puedan obtener acceso a eventos y experiencias extremas que desafían la comprensión y la representación» (Craps y Buelens, 2008: 1). De hecho, el concepto de «trauma» adquiría dimensiones explicativas y comparativas enormes, tal y como afirmaba no sin cierto efectismo Cathy Caruth (una de sus teóricas más relevantes, junto con Dominick LaCapra, Shoshana Felman, Veena Das, Ronald Granofsky, Eugene L. Arva, Martha C. Nussbaum, o Michael Rothberg, entre otros) en su ya clásico Unclaimed Experience. Trauma, Narrative, and History (1996). Adicionalmente -y para nuestro caso resulta especialmente significativo- el estudio del texto en sí mismo se desborda y estalla, en el momento que el acto compositivo no ocurre en condiciones más o menos neutras, ni se edita o circula en un contexto más o menos normalizado. En nuestra investigación, por ejemplo, el papel o rol asumido por el autor (activista, mártir, víctima sustituta o testigo excepcional) cobrará aún mayor importancia, al quedar éste establecido como objetivo preferido de la violencia, por su capacidad de transcribir y denunciar los excesos del poder, y ofrecer un retrato de las consecuencias traumáticas que labra. De ahí la cantidad de escritores africanos que han sido perseguidos, acosados, encarcelados, torturados, y en algunos casos forzados a abandonar sus respectivos países. Los intelectuales y artistas suelen posicionarse como elementos desestabilizadores del poder, y por lo general asumen funciones sociales de cronistas morales o denunciantes privilegiados ante dichos actos de violencia extrema. 3. Conclusiones Nuestra tesis ha planteado la introducción, en el seno intersectivo de lo social, lo artístico y lo est-ético, de un proyecto interdisciplinar y de carácter teórico-crítico para el que diseñamos y describimos un dispositivo tanto heurístico como descriptivo, denominado «Poética de la violencia». A partir del estudio de sus principales características y debates (lingüísticos autoriales, representativos, etc.) -que también hemos desglosado y analizado en profundidad- nuestro trabajo propone un conjunto de textos que responden y se ajustan a dicha unidad teórico-crítica. Dichos textos adscritos al cronotopo africano entre los años 1980-2010, también han sido tipologizados de forma inicial según categorías diseñadas ad hoc dentro de la poética mencionada. Nuestra vocación ha sido en todo momento, no sólo de carácter innovador, sino también apuntando a un comparatismo multilingüe y supranacional de la novela africana moderna de la violencia extrema, admitiendo de antemano los problemas y la condición de preliminaridad implícita en una propuesta de características tan exhaustivas, en la que se han seleccionado, estudiado, y repertoriado obras de amplio espectro estilístico, formal, cultural, histórico, geográfico y lingüístico. La facilidad con la que dichas obras entablaron el citado diálogo «transautorial» fue suficiente prueba de la entidad y del potencial analítico de nuestra categoría teórica, así como de la confirmación de que en situaciones o «E/estados» de excepción (en calidad de perturbaciones sociales, políticas y culturales masivas y profundas) tanto los autores, como los temas tratados -independientemente de otros factores que sí afectan a otros corpus, como estilo, época, motivos, etc.- dichos textos se prestan a unas estrategias, propiedades, preocupaciones, respuestas, dilemas y especificidades que por su cualidad extrema, se alzan sobre particularismos e individualismos de voz y de época. Asimismo, el cruce de caminos entre producción de conocimiento, expresión artística, e intervención social ha quedado de manifiesto, a partir de la idea de abrir el camino para un futuro emprendimiento académico-institucional de transferencia de conocimiento práctico en el seno de sociedades posconflictivas (como herramienta rehabilitadora) así como en el tejido social mayor (como herramienta preventiva). La literatura de la violencia, simultáneamente individualizante y sinecdótica, demuestra con su corpus, su efectiva contestación discursiva y práctica, cara a otros discursos hegemónicos y verticales, no inclusivos, como los institucionales, oficiales o académicos, en la mayoría de los casos desestabilizando la naturaleza teleológica, seudoreparativa, encubridora o neutralizante de instancias narrativas no-artísticas. Igualmente, este trabajo se decantó por asumir un carácter rizomático, transautorial e interdisciplinar. Así, hemos querido dejar de manifiesto las múltiples problemáticas, características y debates ¿no sólo filológicos¿ que surgen desde una Teoría de la Literatura al plantear la definición y la cartografía de una literatura de la violencia que se escapa definitivamente de los parámetros tradicionales que requiere el necesario «mestizaje» disciplinar, transtextual y teórico-crítico que aquí exponemos. De igual forma, a pesar de que todo trabajo de investigación debe indudablemente, ser generador no sólo de resultados y sus correspondientes interpretaciones en un marco coherente que confirme o refute las hipótesis de trabajo iniciales (o bien, por qué no, surgidas durante el desarrollo del trabajo), una propuesta de estas características también admite un grupo de premisas que parten de un principio de «inconclusiones» fértiles, a lo mejor más fructíferas que su contraparte afirmativa.