Deseo mimético y ficción narrativaautonomía y alteridad en la literatura occidental (siglos XIX y XX)
- Rus Perez, Carmen
- Luis Martínez Falero Doktorvater/Doktormutter
Universität der Verteidigung: Universidad Complutense de Madrid
Fecha de defensa: 03 von Juli von 2017
- Epicteto Díaz Navarro Präsident/in
- Dolores Romero López Sekretär/in
- Fernando Gómez Redondo Vocal
- César Domínguez Prieto Vocal
- Brigitte Leguen Peres Vocal
Art: Dissertation
Zusammenfassung
Esta tesis pretende, en primer lugar, ofrecer una perspectiva general de los presupuestos críticos de René Girard y de su trabajo hermenéutico sobre textos literarios. En segundo lugar, quiere explorar cómo responden al paradigma mimético algunas obras nunca exploradas por el crítico y antropólogo francés. Si conseguimos justificar satisfactoriamente que la narrativa de nuestro corpus participa de la intuición sobre la naturaleza del deseo que Girard atribuyó a estos grandes maestros, estaremos dotando a la teoría mimética de nuevas pruebas de que la andadura literaria occidental iniciada con Cervantes bebe de una herencia filosófica común relacionada con el legado evangélico que se habría manifestado también en autores tan dispares como Mansfield, los realistas españoles, Grass, Bernhard y Luis Landero. A través del realismo español de Pérez Galdós y Clarín nos hemos detenido sobre el momento en que la sociedad se configuraba en torno a unas dinámicas que finalmente llevarían a la violencia generalizada entre seres humanos de una misma comunidad. En Juegos de la edad tardía de Landero (1989) hemos buscado señales de la transformación en el imaginario colectivo de los españoles y de la revolución secular que Girard atribuye, precisamente, al legado subversivo de Cristo y a su reivindicación del individuo, pero esta vez en una sociedad particularmente retrógrada y romántica, en la que diferenciaciones estrictas en torno al concepto de españolidad, la diferencia entre clases y la división campo-ciudad tuvieron vigencia hasta bien entrado el siglo XXI. El nuestro ha sido un esfuerzo consciente por dirigir nuestra atención a lo que queda del mensaje de Cristo, según la lectura que de él hizo Girard, en nuestra cultura. En concreto, hemos buscado las huellas, desde Cervantes hasta Landero, del rechazo rotundo del sacrificio y el mito que encontramos en el Nuevo Testamento. En Katherine Mansfield hemos encontrado la interesante alternancia entre una vivencia idólatra de la alteridad y el profundo desprecio o decepción ante la misma, que asociamos con la situación de exterioridad de Mansfield como escritora y ser humano respecto de un centro reverenciado de poder (Londres), y de reclusión al final de su vida a causa de la enfermedad. Helada (1963) y El tambor de hojalata (1959) han puesto de manifiesto que el diálogo entre diferentes herencias occidentales se reproduce en literatura. En Grass hemos encontrado una especial relación con Nietzsche, porque su protagonista insiste en ridiculizar la figura de un Cristo impotente ante los acontecimientos y que se deja sustituir por el enano Óscar, ávido de creación y de experiencias y una figura marcadamente dionisíaca. Hemos encontrado reminiscencias bíblicas, pero también platónicas, en una de las escenas clave de Helada, en la que el pintor se encuentra con un cadáver al borde del camino. Ello nos ha permitido incidir sobre la subversión de la que es capaz la literatura (su obsesión por cuestionar tanto la violencia como los lugares comunes y los prejuicios comunitarios). Hemos concluido que no puede ser sino un acto de fe considerar la reivindicación de la autonomía del individuo más allá de la vanidad y de los espejismos del deseo como el producto de una suerte de epifanía religiosa. Más científico resultaría, tal vez, atribuir la evolución de la narrativa occidental a la propagación de un mensaje, católico sin duda en su esencia, de literato a literato, a partir del legado humanista y desmitificador que define a nuestra civilización. En resumen, hemos querido recuperar la reivindicación de la víctima y el rechazo a la violencia que Girard convirtió en claves de lectura, para hacer justicia tanto al texto bíblico que forma parte de nuestra herencia como a los novelistas que han recogido su testigo o adoptado una perspectiva análoga.